Cada día, entre mil compromisos, me esfuerzo en trabajar, nos esforzamos en los distintos lenguajes del amor: ya sea disfrutando de momentos de calidad, realizando pequeños actos de servicio, ofreciendo palabras de que eres capaz, de reconocimiento, compartiendo un cálido contacto o esos detalles físicos que hablan al alma. Cada mañana me encanta ver como están dormidos y escuchar esa respiración. No me importa ser la primera que me levanté la última que me acueste.
No esquivamos las conversaciones difíciles; al contrario, nuestras charlas son un reflejo sincero de nuestra comunicación total.
Compartimos un propósito que nos une de forma tan profunda que cada sueño y proyecto se siente como compartido, sin lugar para la competencia.
Nuestra relación se fortalece en un equipo: nosotras 2, él y Dios. Juntos enfrentamos cualquier tormenta interna, y cada día nos regalamos un beso sentido, un abrazo de corazón a corazón y, por las noches, compartir tres cosas más agradables, tres menos agradables y por la mañana, agradecer tres cosas de nuestra vida y el reconfortante contacto piel con piel.
Aprovechamos nuestra energía natural, tanto la masculina como la femenina, con total aceptación de nuestros roles.
Y nosotras dedicamos un espacio diario para agradecer, honrar y agradar a Dios aunque el sueño venza a alguna. Se acaba convirtiendo en un momento muy mágico y decir WOW mamá.
Dios no es temor, Dios, no es algo que no exista sino que eres uno con él y el uno contigo… y va más allá de estas palabras que limitan. Y que seguiré avanzándoos y compartiendo