(Cuando me reconozco en su historia, en sus silencios y en su entrega)
Parte 2: Jesús soy yo cuando…
(Cuando me reconozco en su historia, en sus silencios y en su entrega)
Jesús soy también yo…
Cuando dejo ir a mi personaje, cuando termino con él, cuando voy a mi sepulcro interior y resurjo.
Cuando me quito las vendas, los miedos, las opresiones…
Y digo:
“Señor, dime dónde has puesto a mi Señor”.
Parte 1: Lo que Jesús puede transformar dentro de tu ser
Y entonces me llama.
Y me llama por mi nombre. Como aquel “María”…
Y me reconozco.
“Rabuní”, que quiere decir maestro.
Jesús soy yo cuando…
Jesús también es esa parte de mí que se retira a orar en la oscuridad.
Que habla con el Padre sin fórmulas, sin guiones.
Como tú hablarías con alguien en quien confías de verdad.
Pero aquí viene la clave:
No confiamos en nosotros mismos.
Nos engañamos.
Y cuando uno se engaña, duele.
Más que el engaño ajeno.
Duele vivir con ese karma, con ese nudo dentro, con ese dolor.
Como Adán y Eva.
Cuando te sabes desnudo… te escondes.
Pero no hay nada más liberador que desnudarte ante ti misma, ante tu conciencia, ante Dios.
Y entonces te abraza como el Papá que es.
Y te da TODO lo que necesitas.
Es ahí, sin ropas ni vendas, sin máscaras…
Cuando puedes ser tú. Y entonces sucede la magia. Porque puedes ser tú.
El Mesías eres tú
(Cuando dejas de buscar y te permites ser amor)
Jesús también es esa parte de mí cuando pierdo a alguien.
Cuando se va alguien querido. Cuando todo me duele.
Como cuando murió Juan el Bautista. Como Lázaro.
Y, en lugar de huir, me recojo. Oro.
Pero también escucho: “Dadles de comer.”
Dales de comer tú.
Tú. En tu dolor.
Dales amor.
Dales consuelo.
Da más.
Y, en ese acto… curas tu alma.
Por eso hay tantas personas que han sufrido pérdidas profundas y encuentran paz… ayudando a los demás.
Y ahí es donde sucede la multiplicación de los panes y los peces.
Tu multiplicación. Tu abundancia. Tu milagro.
Jesús soy yo cuando
Jesús soy yo también en la barca, como Pedro, con miedo.
Veo la tormenta. Pero también veo una luz.
Y pido una señal. Y me dice: “Ven”.
Y camino. Y dudo.
Y me hundo.
Y Él me agarra.
Y mientras tanto, los demás te dicen:
“No hagas eso”
“Estás loca”
“Quédate aquí”.
Pero tú ya sabes.
Ya has sentido.
Y entonces entiendes:
El Mesías no es alguien que viene de fuera.
El Mesías es la conciencia que encarnas cuando decides vivir desde el amor.
Cuando no esperas perdones, ni aprobación, ni títulos.
Cuando te amas como Dios quiere que te ames.
Cuando amas al prójimo como a ti misma…
Y cuando reconoces que el prójimo es Él.
Esto no lo aprendí en misa.
Ni en un grupo.
Me lo fue mostrando Él, paso a paso, con cada caída, con cada entrega, con cada día que me abrí.
Hoy, mientras escribo, son las 8:51 AM.
Una señora camina con su silla y su sombrilla hacia la playa.
Y me pregunto:
“¿Sería más feliz si estuviera allí?”
La respuesta es clara: No.
Sin este proceso, sin este despertar, sin este amor… nunca habría conocido esta plenitud.
Y sí.
Ahora puedo bajar. Claro que puedo.
Pero primero tenía que decirte esto.
Porque es para ti.
Y también para mí.
Y para todos los que nos atrevemos a recordar quién somos.
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