Por Marta Guzmán, experta en meditación, mindset y mentoría personal
La alimentación no es solo un acto físico; es un reflejo de cómo nos tratamos a nosotros mismos. Cuando comemos mal, ya sea por impulso, estrés o descuido, no solo afectamos a nuestro cuerpo, sino también a nuestra relación con nosotros mismos. Esto puede llevarnos a un ciclo doloroso de culpa, remordimiento y vergüenza que sabotea nuestro bienestar emocional y espiritual.
¿Por qué ocurre esto?
Cuando tomas decisiones que no están alineadas con tu bienestar, una parte de ti sabe que estás priorizando lo inmediato sobre lo importante. Tal vez te prometiste cuidar mejor de tu cuerpo, pero terminaste eligiendo alimentos que no te nutren. Esa ruptura de la promesa contigo mismo genera culpa, porque sientes que has fallado.
El remordimiento aparece cuando te das cuenta de que esas elecciones no te hacen sentir bien ni física ni emocionalmente. Y la vergüenza entra en escena cuando comienzas a identificarte con el error, diciéndote a ti mismo cosas como: “No tengo fuerza de voluntad”, “Nunca voy a cambiar”, “Soy un fracaso”.
Rompe el Ciclo con Compasión
Primero, quiero recordarte algo muy importante: todos somos humanos. Caer en patrones no saludables no te define ni determina tu valor. Lo que importa no es la caída, sino cómo decides levantarte.
La próxima vez que sientas culpa o remordimiento por lo que comiste, en lugar de castigarte, haz lo siguiente:
- Detente y respira profundamente. Conéctate con tu momento presente. El pasado ya ocurrió, y lo que hagas ahora marcará la diferencia.
- Reconoce sin juicio. Cambia frases como “He fallado otra vez” por “Soy consciente de que esta decisión no fue la mejor para mí”. Reconocer tus actos sin juzgarte abre espacio para el cambio.
- Pregúntate: ¿qué necesitaba realmente? Muchas veces comemos mal porque buscamos consuelo, alivio del estrés o simplemente una pausa en medio del caos. Entender qué emoción o necesidad te llevó a esa elección es clave para transformar el hábito.
Cultiva el Respeto Hacia Ti Mismo
Cuando eliges alimentos que nutren tu cuerpo, estás enviando un mensaje de amor y respeto hacia ti. Cada decisión, por pequeña que sea, refuerza tu confianza y compromiso contigo mismo. Pero no necesitas ser perfecto; necesitas ser consciente.
Empieza por celebrar cada vez que tomes una decisión que honre tu bienestar, y si hay días en que no lo logres, permítete aprender en lugar de castigarte. Tu cuerpo y mente son tus compañeros de vida, y merecen ser tratados con cuidado y amabilidad.
Recuerda, respetarte es un acto diario que no se construye en un día, pero cada paso cuenta. Y cuanto más te respetas, menos espacio hay para la culpa, el remordimiento y la vergüenza.
Con amor y propósito,
Marta Guzmán