Siempre fui una niña normal de esas que no destacaban nunca en la vida, tímida, cortada, muy introvertida y del silencio, con falta de confianza o con supuesta falta de confianza, y digo supuesta porque como verás en mi historia quizá tenía una confianza interna grandísima. Aun así, aunque era
Sé lo que es pasar, porque te digan que no vales para estudiar, que te llegue tu primer despido a los 45 años, y desde ahí cambiar en tres años cuatro veces de trabajo, pasar por una relación tóxicas e insanas, como tu padre un hombre hecho asimismo, quería no seguir en este mundo después de lograr su mayor sueño, sus empresas, y ver que se le fueron a pique por confiar en las personas que no debía, -realmente siempre ha sido una fuerza bruta para trabajar y organizar pero lo de gestionar lo delegaba- y ver que tu hermana de ser líder y brillante se destrozaba su vida por una relación.
Como periodista, de esas que nunca descansan, de esas que están las 24 horas del día trabajando y lo convierten en una forma de vida, de buscar y de encontrar a gente hasta debajo de las piedras, cual, sombra, desde la discreción Y como digo, siempre valemos más, por lo que callamos, que por lo que contamos. Sé lo que es trabajar bajo presión y con equipos nuevos y de gran rotación.
Con 12 años tuve que superar mi mayor fobia y la que se convertiría en mi mayor hobby. Aprender a nadar. Creía que me ahogaba dentro de la bañera. No podía con la alcachofa de la ducha en la cara. Ni con el agua de la bañera. Sé lo que es que te diagnostiquen dos intolerancias y que no puedas comer alimentos. Soy intolerante al gluten y me lo detectaron con 34 años e intolerante a la lactosa que me lo diagnosticaron con 45 y me dijeron: «come lo que te siente bien y deja de comer lo que te siente mal», vamos ensayo y error. Desde entonces, les digo a mis amigos: «Me podéis invitar a marisco, pescado y carne porque todavía hasta que te haga de comer por pastilla puedo comer todo eso».
Así que algo de solucionar problemas y complicaciones de la vida creo que sé. El Señor parece que me ha puesto palos de todo tipo para poder ayudar, servir e inspirar a los demás y tener deseo y fe en cada cosa que hagas.
Ahora si quieres saber más de mí, sigue leyendo.
Durante mi niñez y adolescencia nunca me quejaba siempre asumía lo que me dijeran en lo personal. Y en los estudios nunca suspendía, pero no era de esas personas que se acaban todo 10 que eran a los que se premiaban constantemente y con los que te comparaban. Con 12 años, en sexto de EGB, dos profesores míos llegaron a decirme que más me valdría ponerme a fregar escaleras que por lo menos llevaría un dinero a casa a mis padres.
Y aunque mis padres dicen que no, recuerdo perfectamente como tenían una conversación llena de amor y quizá de resignación, de «bueno si no puede hacer BUP tendrá que ir a FP». A día de hoy con todo lo que sea, me parece una tontería, pero en aquel entonces era como que si hacías BUP (ahora ESO) valías y si hacías FP (ahora módulos) no valías para nada.
Lo que no se podían imaginar ni en mi casa, ni en el colegio, es que detrás de esa niña, tímida, cortada, súper prudente que nunca metía la pata, charlatana con sus amigos, muy amiga de ellos y fiel, había detrás una persona de fuertes y profundas convicciones, de mente inquebrantable y que hizo que siguiera con mis sueños. El deseo y la fe eran más fuertes.
Escuchar todos los días que la diferencia entre mi hermana y yo era muy grande no es plato de buen gusto, pero mi hermana -cuatro años más pequeña- no tenía la culpa, sencillamente ella era brillante, era líder.
Años después me encontré a uno de ellos, en el cual semáforo de la glorieta Santa María de la Cabeza, donde está el pasillo verde y me preguntó que qué tal y que en qué curso estaba. «En tercero «, le comenté. Y me preguntó «¿De qué? ¿De BUP?». «No, de carrera», le expliqué.
Solo sabía que perseguía un sueño. Mi deseo y mi fe eran profundamente más fuerte que todo lo que me dijeran y escuchara.
No fue hasta que estuve en el instituto con casi 16 años, cuando mi profesor de literatura de 2º, Emilio Pulido, confío en mí y cogí fuerza.
Lo mismo me pasó con dos profesores cuando llegué a la universidad, uno el de Comunicación y otro Jorge Verstrynge, a cuya clase nadie faltaba. Nada más entrar en la facultad comenzaron a llegar los sobresalientes y las matrículas de honor entre tanto compañero con grandes verborreas y yo me veía pequeña, pequeña. Comenzar así y estudiando lo que me gustaba, la carrera me fue de lujo.
¿Qué habría sido de mí si no hubiera confiado en mí, en mi deseo y mi fe?
Con 12 años también, -vaya veo que los 12 me marcaron ja ja ja-, aprendí a nadar después de tener una fobia en la que no me podía ni sentar en la bañera porque creía que me ahogaba. Me diagnosticaron escoliosis y tenía que nadar si o sí lo que conllevaba que aquella niña tan mayor empezara a entrenar en un club de natación.
El primer día que llegué a aprender a nadar, flotaba sin manguitos y sin nada. Otra vez volví a romper un bloqueo limitante y me hice socorrista internacional y todo. Años después fue entrenador de socorrismo y jefe de operaciones de Aquopolis, de dónde salían verdaderos guerreras y guerreros como socorristas preparados para cualquier incidencia gravísima que sucediera, que nos tirábamos y entrenábamos para conocer el miedo de la gente con los ojos cerrados desde los toboganes más altos, otra de las personas que más confiaron en mí y se llevó mi trabajo para exponerlo en Jeff and Ellis y Disney y le pregunté «por qué mi yo». Su respuesta fue clara: “Tardarás dos segundos más en lanzarte a la piscina, pero tu trabajo y tu forma de operar y ejecutar es preciso y exquisito”.
Desde entonces siempre confié en que no había ninguna persona que no pudiera lograr nada, y sobre todo, en la época más inmadura de sus vidas. Llevo desde los 16 años trabajando con chavales tanto catequesis como en el mundo laboral. No sé cuántos becarios, para mí personas en prácticas han pasado desde entonces por mis manos, jóvenes que se enfrentaban a su primeras practicas. Nadie quería ir con ellos. Ya estaba encantada de ir con esas personas que están en prácticas -que no becarios, no me gusta esa palabra por el tono despectivo que ha tomado-, formándose para salir al mundo exterior a trabajar y dar lo mejor de sí.
No son pocos, los que me han dado las gracias por haberles ayudado no solo enfrentarse a su primer trabajo, sino a sacar de ellos esas partes que no sabían de lo que eran capaces a inculcarles el trabajo en equipo y a pasárselo bien, aunque estuvieras trabajando, a no dejarse influenciar por el ambiente tóxico de las personas alrededor y sobre todo a la luz, las habilidades recónditas que ellos no sabían que tenían. no me importaba si sabían escribir o si sabían preguntar solo les preguntaba que les gustaba en su vida para desde ahí sacar su mejor versión, ver sus fortalezas y debilidades y que exploraran.
Años después, no voy a decir al 100 × 100 pero casi, me preguntan si voy a tener un medio de comunicación, que cuando pueden ir a venirse a trabajar conmigo de lo que estoy completamente orgullosa y feliz y de ver como han crecido sus carreras y ellos profesionalmente en cuanto a su persona, no puedo saber si se han dejado llevar, porque vencer limitantes, estrés, agobios o comparaciones.
Por mi forma de ser jamás me he emborrachado y no he tenido vicios. No sé si me marcó un caso como el que me contaron estilo al de la manada o si ver que si cogía un coma etílico como vi en otros me iba a hacer no ser yo. El ver que me mordía las uñas y que no lo podía controlar o que durante un tiempo estaba aficionada a las chucherías. Hizo que viera que no podía dejarme llevar ni caer los vicios ya que es fácil engancharse, aunque te creas que no lo estás y no salir. Lo que haya probado ha sido de formación profesional, para saber que sentía una persona en su cuerpo y que le hacía volver a caer.
Sé lo que es conocer a tres personas, no podría llamarlas relación porque fueron días y decidí no continuar con ellas, -eso que te dice tu conciencia maestra de NO sigas-, una que su aceptaba regalos de un amigo más mayor, por lo que vi que no era la persona con la que tuviera que tener yo nada, otra que tenía unos complejos de inferioridad, debido a la relación de sus padres y que no sabía o que luchaba por no ser gay.
Sé lo que es convivir con una persona que, siendo bellísima persona, cada vez que se emborrachaba o hacía drogas, te insultaba. Era capaz de esperar dos días para poder hablar con él porque de nada sirve que ese día te pongas a llorar porque en ese momento no están sus condiciones y al día siguiente con su resaca tampoco es el mejor día.
Cuando quieras comprender eso ganarás mucho en una relación. De la misma forma que tienes que aprender a irte aunque los demás estén perdiendo el sentido por los efluvios de Baco. Poner tus límites contigo misma es fundamental. El primer día te dirán qué haces, el segundo también pero tú te sentirás cada vez mejor por haberte ido a la cama y haber tomado la mejor decisión del mundo. Si algo tiene que pasar va a pasar. No tengas miedo a retener, solo ten miedo a no tener seguridad y confianza en ti, que es la que debes de cuidar, mimar y afianzar. De ahí, el trabajar, el invertir en ti. Tu eres el mayor regalo. Tu cuerpo, tu alma, tu espíritu. Y aquí estoy para acompañarte.loa vicios
En Mindfulness con Marta Guzmán, creemos firmemente en el poder del bienestar interior para transformar vidas. A lo largo de nuestro camino, hemos acompañado a personas que han conseguido alcanzar sus objetivos, mejorando su calidad de vida y encontrando una mayor paz mental. A continuación, te compartimos algunos de sus testimonios, historias de éxito que reflejan cómo el mindfulness ha marcado una diferencia positiva en sus vidas. Esperamos que te inspiren tanto como a nosotros.
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